"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 13 de octubre de 2014

LA LUCHA DE CLASES

Es un concepto o teoría explicativa de los conflictos sociales que resultan de un conflicto central o antagonismo inherente a toda sociedad organizada políticamente entre intereses de diferentes sectores o clases. Para muchos ese conflicto es fuente de cambio y progreso político y social.
Es un concepto fundamental del marxismo y del materialismo histórico, pero no es exclusivo de esa concepción.

Para Marx y Engels a través de la historia, la gente ha tratado de organizarse en diferentes tipos de sociedad bajo la tensión causada por pobres y ricos, libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores feudales y siervos, maestros de corporaciones y oficiales, capitalistas y proletarios.
El conflicto sólo se puede resolver cuando se llegue a una sociedad sin clases y sin que suponga la desaparición del proceso y progreso histórico que se proponen alcanzar con su doctrina aplicada a la política.
El proceso histórico es incesante y no se detiene.
Pero la desaparición de las clases parece hoy una utopía, ya que organizada las sociedades políticas de todas formas y en el mayor abanico político existente desde los orígenes de la humanidad, que abarca a todas las ideologías posibles, ninguna ha logrado ni siquiera un atisbo de desaparición, y han cesado unas para conformarse otras, con el mismo principio y con parecida o peor diferenciación, social, política, económica y cultural.

La posición de las formas enclavada históricamente entre los que mandan y los que obedecen, o los que detentan el poder y los que carecen del mismo, es la fuente inagotable de diferencias y privilegios.
No se ha encontrado sociológica ni ideológicamente la manera de paliar esta situación, y lograr otra mas adecuada al bienestar común de todos los hombres.
Esta posmodernidad y su consiguiente globalización, nos trae un aspecto en sí inédito, pero que conserva las características de toda diferenciación y lucha de clase.

La tensión se desarrolla entre el capitalismo formado por los que detentan el poder y sus preferidos, a quienes se les considera y privilegia en detrimento de la igualdad y el equilibro, y el pueblo, la gente en general, no sólo la clase humilde, sino todos los que componen el espectro social, aún los que históricamente formaron la clase media, la media alta y aún la aristocracia, que financian con su trabajo y con sus ingresos las actividades de este nuevo capitalismo estatal y financiero.

En la mayoría de los países, y sobre todo en los emergentes o en los del llamado tercer mundo, se exponencia y agrava esta situación que dañó considerablemente la creibilidad y la subsistencia de los procesos ideológicos y políticos, que si bien impostados en la democracia, carecen formalmente de las formas que debe tener una concepción equilibrada y republicana.

 
La tensión se tensa hasta límites insospechados, porque no hay grietas y se forman dos clases homogéneas, las que detentan el poder, la riqueza y determinan la economía y la política,
y los que trabajan para sostener tanta parafernalia y el despilfarro de los ingresos públicos.


El hombre común parece condenado y acostumbrado a que debe cumplir su rol, y que el cambio no puede producirse porque las prebendas y franquicias otorgadas a los que manejan la economía y la política, los hace inmunes a otra consideración.
Como en todas las épocas y las circunstancias anteriores, es la explotación del hombre por el hombre, y el despojo del rédito de su trabajo en beneficio ajeno.
Ya no importan las clases sociales, que en algunos casos se han licuado, porque en uno y otro grupo caben protagonistas de todas las clases, popular, media y alta, que se acomodan de acuerdo a su adhesión, simpatía o rechazo a la ideología dominante.

Quizás es tiempo de reflexionar sobre el papel del individuo en la sociedad, y buscar un cambio, no en cuanto al rol, sino en cuanto a la apertura social, en el equilibrio, que ya Platón decía que era lo moral, lo ético, aquello que estaba equilibrado, centrado, sin ir para un lado ni para el otro.

Poner al hombre y su dignidad en el primer lugar, subsanar sus necesidades básicas como política primera del estado, y permitir que ambas clases tengan participación y control político.

Para ello hay que proceder con humildad, sin soberbia, y creer en la bondad, la solidaridad y la armonía entre los hombres.

Elias Domingo Galati

No hay comentarios: