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Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 21 de abril de 2015

Una sospecha que horada la confianza en la República

Por Alejandro Carrió  | Para LA NACION

Es difícil no emocionarse al recordar uno de los pasajes del memorable discurso pronunciado por Martin Luther King en agosto de 1963 en las escalinatas del monumento a Lincoln, en Washington DC. Allí el líder del movimiento por los derechos civiles expresaba que tenía el sueño de que sus hijos vivirían un día "en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter".

En la Argentina de hoy podría pensarse en un sueño equivalente, que apuntara a que las personas sean juzgadas no por sus afiliaciones políticas o su alineamiento con los sectores de poder, sino por la corrección de sus actos.
Dándole una vuelta de tuerca adicional al pensamiento igualitario de Martin Luther King, podríamos también soñar con un país donde los jueces y demás funcionarios que integran el Poder Judicial revisaran las acciones de las personas usando como exclusiva vara la ley, con independencia de sus propias simpatías políticas.
Y si eso implica sentar en el banquillo a poderosos, el mensaje de que esa calidad no los exime de tener que responder por sus actos enviaría a la ciudadanía sería especialmente edificante.

Las idas y venidas sucedidas con la investigación -hasta ahora frustrada- de los hechos de presunto encubrimiento que describió en su denuncia el fiscal Nisman, luego ratificada por el fiscal Pollicita, están siendo percibidas por buena parte de la población como una suerte de ajedrez maléfico, totalmente alejado de los sueños enunciados más arriba.
Es que resulta muy dañino para la salud de la República que se sospeche que la suerte de la causa no depende del estricto apego a si los hechos denunciados -de ser probados, claro está- pueden calificar como la ayuda para eludir una investigación penal, sino de si interviene en ella determinado magistrado con mayor o menor proximidad a quienes se imputa el propósito de encubrir a los responsables del atentado a la sede de la AMIA.

Algunas de las escuchas telefónicas transcriptas en la denuncia inicial que trascendieron periodísticamente muestran a personas, que se ignora si respondían o no a indicaciones de las máximas autoridades del Poder Ejecutivo, que hablaban de que "quieren construir un nuevo enemigo de la AMIA, el nuevo responsable de la AMIA"
"Es una necesidad que tienen de construirla"; "el núcleo del nudo es la inocencia de Irán. Así de frente va, y así empezamos a tejer otra variante".

Parece bastante claro que de haber existido un intento de desviar la investigación hacia un nuevo responsable del atentado, al que había que "construir", de manera de buscar la inocencia de los funcionarios iraníes hasta ahora sospechados, tanto Nisman como Pollicita tenían razones para al menos promover una investigación que determinara qué apoyo en los hechos pudo haber tenido esta supuesta maniobra.

Sería desde ya deseable que semejante esquema de eventual encubrimiento hubiese sido producto de la invención o la fantasía de quienes aparecen diciendo estas frases.
Igualmente deseable es que pudiésemos confiar en que las máximas autoridades del país no tenían ningún conocimiento de este supuesto plan para incriminar a terceras personas.
Y lo ideal sería también que a esa conclusión se llegara luego de que jueces y fiscales examinen las pruebas ya existentes o las que pudiesen surgir en el futuro, sin que exista ninguna razón para sospechar que ello obedece a algo diferente de lo que marca la ley.

En la medida en que no podamos aspirar a ese sueño, todo el entramado de nuestra sociedad padecerá de una enfermedad prácticamente incurable...

El autor es abogado constitucionalista

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