"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 20 de febrero de 2017

"No hay peor sordo que el que no quiere oír"


La oposición venezolana acaba de abandonar, para siempre, la la llamada "mesa de diálogo" con el gobierno de Nicolás Maduro.                   

Emilio J. Cárdenas

La insensatez aproxima cada vez más a Venezuela al caos
Auditoría de Libertad Económica en Venezuela
Aquella que se abriera en octubre del año pasado, bajo el impulso del Papa Francisco y de la UNASUR, con la participación de un enviado del Vaticano y de tres ex presidentes izquierdistas: el español José Luis Rodríguez Zapatero, el panameño Omar Torrijos y el dominicano Leonel Fernández.
Un capítulo de la larga tragedia que vive el pueblo venezolano está “cerrado” y no se volverá a abrir.
El experimento, en el que realmente muy pocos creían, ha quedado en la nada.
Fracasó.
Técnicamente, por la falta total de mecanismos de verificación y de garantía del cumplimiento de los compromisos asumidos por las partes.

En realidad, porque el gobierno de Nicolás Maduro jamás pensó en cumplir nada de lo que pudiera prometer y estaba tan sólo interesado en ganar tiempo para descomprimir la presión que llegaba desde las calles de Venezuela, ejercida por un pueblo agobiado por la escasez de todo y asfixiado por el pisoteo alevoso de sus libertades esenciales.
Pretendía suspender las protestas e impedir el referendo revocatorio que habría desalojado del poder a Maduro, remplazándolo por quien decidieran las urnas.
Y logró ambos objetivos.
Y desalentó al pueblo, que estaba entonces motivado y que hoy está agotado por los constantes golpes que recibe y la escasez de todo.

A fojas uno, entonces.
La Mesa de la Unidad Democrática se mantiene como unificadora del discurso y la acción de la oposición.
Pero ha sido engañada, por ingenua.
Y, en rigor de verdad, derrotada por un gobierno marxista perverso, cuya palabra vale muy poco.
¿Sorpresa?
No.
Ya en diciembre el Vaticano había llamado formalmente la atención al gobierno de Maduro por su falta de cumplimiento de lo que había prometido y la propia Mesa de la Unidad Democrática había advertido que, si no se liberaba a todos los presos políticos, el diálogo por cierto no continuaría.
Y ha sido así.
Con sólo recordar al corajudo  opositor Leopoldo López, que continúa en su duro cautiverio, es más que suficiente para acreditar el engaño evidente del gobierno de Nicolás Maduro.
A los venezolanos y a todos por igual.
Deplorable, pero es lo que ha sucedido.

Los dos presuntos compromisos “de honor” alcanzados en la mesa de negociaciones están incumplidos.
Pese a que el gobierno de Maduro liberó a algunos presos políticos, mantiene a docenas en sus cárceles.
No sólo eso, ha recomenzado las persecuciones, llevando nuevamente a la cárcel al general Raúl Baduel y encerrado, además, a otro dirigente opositor: Gilber Caro.
Y sobre el calendario electoral, ni noticias.
Con el descaro de siempre Nicolás Maduro -y sus asesores cubanos- desactivaron exitosamente una situación social que, para ellos, se había vuelto particularmente peligrosa. 
Para ello dinamitaron el diálogo, como era previsible.

La oposición deberá reactivar las protestas sociales.
No será nada fácil.
El aparato represor de Nicolás Maduro es enorme y muy eficiente.
El cansancio, el desánimo y la desesperanza se han apoderado de muchos en una lucha absolutamente desigual.

Mientras tanto, Nicolás Maduro hace lo que se le da la gana.
Ha postergado las elecciones de gobernadores que manda la Constitución, consciente de que en ellas sería derrotado estrepitosamente.
Ha dejado además sin fondos a la Asamblea Nacional, esto es al Poder Legislativo, controlado por la oposición, pero sin dientes.

Mantiene presos a sus enemigos políticos.
Cercena los derechos humanos y las libertades esenciales de sus connacionales.
Controla a las Fuerzas Armadas de su país, algunos de cuyos más altos jefes están acusados de estar vinculados con el narcotráfico.
Y se aferra al poder, hasta ahora con éxito.

Estamos entonces de regreso al momento en que, a fines del año pasado, se iniciara un diálogo sin futuro.
En realidad, estamos peor que antes, porque la avenida del diálogo está cerrada.
Como dice el título de estas reflexiones, “no hay peor sordo del que no quiere oír”.
Pero además no hay peor equivocación que apostar a la buena fe de quienes manifiestamente no la tienen.
Esto es lo que pasó.
No sólo los voluntariosos mediadores se equivocaron.
También quienes creyeron en lo que en rigor era un sueño imposible desde su primer minuto:
Negociar con Nicolás Maduro, asumiendo su buena fe.

La oposición, fragmentada y, peor, muy dividida por las ambiciones personales de muchos de sus dirigentes, deberá asumir la parte de responsabilidad que le cabe en este desgraciado fracaso, que prolonga indefinidamente el sufrimiento cotidiano del pueblo venezolano.

La región debe, por su parte, defender ahora los derechos humanos y libertades esenciales de los venezolanos y denunciar el acoso de Nicolás Maduro a la Asamblea Nacional, avasallando la Constitución y desnaturalizando su misma esencia, la del poder que más y mejor representa al pueblo, hoy controlado por la oposición.


Maduro lo está, paso a paso, convirtiendo en apenas un “eunuco”.

No hay comentarios: