Carlos
Alberto Montaner
¿Qué
más puede ocurrir en Venezuela?
Dada
la infinita incapacidad del régimen y la creciente pérdida de autoridad, puede
suceder cualquier cosa.
El asunto es más
grave.
El
régimen chavista de Nicolás Maduro, sin duda, ha violado todos los incisos de
la Carta Democrática Interamericana de la OEA y merece ser sancionado, pero
suspender a Venezuela de la organización es poca cosa y, tal vez, llega muy
tarde.
El daño que ha sufrido
esa sociedad ha sido muy profundo.
Peor que tratar
de convertir a Venezuela en otra Cuba, es haberla transformado en otro Congo,
un
país caótico y desorganizado, dominado por jefecillos locales que viven a punta
de cuchillo.
Venezuela,
además de ser un “Estado forajido” que agrede a los demás, es un “Estado
fallido” que incumple sus propias leyes e ignora sus instituciones, del que ha
desaparecido el principio de autoridad,
la
capacidad de reprimir se ha atomizado en mil centros violentos,
y
el aparato estatal no responde a las órdenes de quienes, supuestamente, mandan.
Maduro,
un señor que dice tonterías y baila salsa, dirige precariamente uno de esos
centros.
“Por ahora” es el más
poderoso, pero sólo provisionalmente.
Está
a su alcance encarcelar a Leopoldo López o a Antonio Ledezma, porque la
oposición actúa dentro de unos esquemas republicanos pacíficos y predecibles…
Pero
Maduro no puede controlar a los miles de venezolanos de rompe y rasga, los
“malandros” a los que el chavismo armó y les dio patente de corso para que
desvalijaran y aterrorizaran a lo que llaman “la burguesía”!
Es
decir, las personas empeñadas en tener una vida decente y normal.
Es la anomia
total.
La
absoluta falta de principios, valores y normas civilizadas.
Aunque
quisiera, que no es el caso, Maduro tampoco puede impedir la producción y
tráfico de estupefacientes. Esa, desde la perspectiva chavista, es solo una
zona más de enriquecimiento.
El
narcotráfico apenas es una variante del delito.
Lo
practican muchos generales coludidos con los capos de la droga, e incluso sus
propios parientes más cercanos, como sucede con sus narco sobrinos.
Hay
unos ladrones de cuello blanco que roban en PDVSA.
Otros
crean empresas de maletín para intermediar en las compras del Estado o reciben
cuantiosas coimas de compañías como Odebrecht.
En
el fondo, son iguales.
¿Cómo llamarlos
al orden si el chavismo ha sido una inmensa máquina dedicada a delinquir?
El
desalmado que mata a una muchacha para robarle un teléfono celular siente que
lo que él hace no es peor que aprovecharse de las relaciones personales para
obtener dólares a precios preferentes y enriquecerse por medio de cambios
tramposos.
Cada uno rebaña
lo que puede y como puede.
El
“perraje”, que es impresentable, usa la navaja o la pistola para extorsionar o
matar a cualquiera y huir de la escena del crimen a bordo de una moto.
El
bandido sofisticado utiliza un bolígrafo de oro, tiene cuenta en un paraíso
fiscal, y se prepara para abandonar Venezuela en su propia avioneta tan pronto
el barco comience a hundirse.
Uno
y otro se hermanan en la impunidad y en el desprecio por el país en que
nacieron.
¿Qué
más puede ocurrir en Venezuela?
Dada
la infinita incapacidad del régimen y la creciente pérdida de autoridad, puede
suceder cualquier cosa.
Ya
está sucediendo.
El default y la
consecuente desaparición del crédito para importar alimentos están a las
puertas.
Como
resultado de ello, es previsible una hambruna que mate a miles de venezolanos o
los deje en puro hueso y pellejo.
La
ausencia prolongada de electricidad y agua potable no es descartable.
Tampoco la
aparición de unas infecciones monstruosas e incontrolables.
Seguirá,
in crescendo, la desesperante hiperinflación que va agregándoles ceros a los
precios y puede llegar a cifras incalculables, como sucedió en Alemania en los
años veinte del siglo pasado o en la década de los ochenta en países andinos
del vecindario como Perú, Bolivia y Ecuador.
¿Cómo
se le pone fin a esta pesadilla?
Es
difícil creer que Maduro se acoja al sentido común y busque una solución
colegiada junto a la oposición, que es la infinita mayoría del país.
Raúl
Castro le ordenará que resista y se atrinchere en el discurso antiimperialista.
Raúl
está dispuesto a pelear hasta el último venezolano.
Todo lo que le
interesa a La Habana es continuar con el ordeño de la vaca lechera.
No
veo a Nicolás Maduro perdiendo unas elecciones y colocándole la banda
presidencial a Henrique Capriles, a María Corina Machado, y mucho menos a
Leopoldo López.
Se
cumplirá, sin embargo, un dictum propio de estas situaciones:
Mientras
más dure, y mientras mayor sea la destrucción de los fundamentos nacionales,
más
dolorosa y sangrienta será la cura…
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